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Política y ética: ¿son compatibles?

ÉTICA, esta es una de las típicas palabras que de vez en cuando es tema de debate, sobre todo en los medios de comunicación y en la política. Pero, ¿qué es la ética?   Según la R.A.E, podría ser definida como:  “conjunto de normas morales que rigen la conducta humana”  Se entiende como moral aquellas pautas interiorizadas por el individuo, no como obligación, sino como necesidad por el simple hecho de provenir o formar parte de “lo bueno”.

El hombre, como ya es sabido,  es un ser social por naturaleza y se reúne en sociedad para el logro de un bien común a todos. El bien común no es el bien individual, sino la integración de todo lo que hay de virtud y riqueza en las vidas individuales y que tiende a perfeccionar la vida y la libertad.  Entonces, se podría afirmar que el bien común es el principio y fin ético de la política, por tanto será bueno todo lo que beneficie o promueva el bien común; y malo todo aquello que tienda a perjudicarlo o disminuirlo. Así que es deber de todo Estado democrático promover el bien general. Y éste debe intervenir para asegurar un  mínimo de bienestar para todos. Sin  demagogias.

Pero, ¿es la política compatible con la ética? La política es la ciencia social y práctica cuyo objetivo es gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio del bien común de una sociedad.

El estado por su parte, se  desnaturaliza, es decir, pierde su esencia cuando se corrompe y ya no tiende al bien común sino que se  desvirtúa transformándose al provecho de unos pocos.

Es posible que con razón una gran parte de la población desconfíe de los políticos ya que el ejercicio de la política está muy desprestigiado.  Algunos se acercan a la política para mediar, para enriquecerse, para dejar de trabajar en su profesión que no les gusta o porque simplemente no la tienen. La cultura política que tenemos, nos lleva a afirmar que son los “políticos listos” los que ganan, y eso incluye maniobras, trampas, engaños o mentiras con tal de alcanzar el poder.  Entonces, la ética puede parecer lejana y casi incompatible con la política. Sobre todo ahora que, durante los últimos años, en nuestro país se continúan revelando una serie de acontecimientos de niveles jamás imaginados de corrupción, lo que a su vez incrementa la enorme desconfianza ante la clase política y también entre todos en general.

Ética, transparencia y honestidad es lo que la ciudadanía reclama, entre otras cosas porque a los políticos se les presta el poder para administrarlo imparcialmente en pro del bienestar, de las minorías y de todos los ciudadanos en general, y no del enriquecimiento propio o de cualquier otro beneficio personal. Y porque las cantidades que se detraen de los impuestos y se destinan, por ejemplo,  al pago de los sueldos de los cargos públicos (al igual que varias otras partidas: salud, educación, desarrollo social, etc.)  han de estar muy bien administradas, especialmente en estos momentos tan difíciles de crisis financiera.

Uno deja de servir al bien común no sólo cuando “mete la mano en la caja”, sino también cuando legisla a favor de sus intereses personales y no los públicos, o simplemente cuando con tal de mantenerse en el poder se pacta con cualquiera, olvidándose de su programa electoral y de su ideología política.

Pero, pensemos que sí existen personas que son un buen ejemplo de que la política se encuentra íntimamente relacionada con la moral y ética. Y que si se da un adecuado ejercicio, la concepción de un político como una figura relacionada con la mentira o engaño cambiaría, ya que el político como tal pensaría en el bien común de la sociedad.

Entonces, ¿cómo son los buenos políticos?

Partiendo de la idea que sí existen buenos políticos, a estos les caracteriza el compromiso que tienen con la realidad que pretenden transformar. Para lograr esto cuentan con recursos, construyen equipos, tienen asesores que se encuentren al día con la información y el conocimiento. Entonces, el compromiso con la realidad es compatible y se refuerza con la firmeza de los valores y los principios.

Sabemos que el tipo de información y de conocimiento con el que cuenta un buen político también influye en sus decisiones. Es por ello que esta información deberá encontrarse relacionada con los desafíos, las oportunidades y amenazas, los actores estratégicos, sus ambiciones, sus miedos y sus estrategias. Necesita conocer entonces, muy bien los conflictos actuales y potenciales, los recursos y alianzas que puede movilizar, su consistencia y durabilidad. Es necesario, en definitiva, crear los sistemas de información y conocimiento precisos para generar nuevas ideas, para formular y desarrollar buenas estrategias de cambio.

El político-ético deberá elaborar estrategias a partir de una reflexión imparcial sobre el sistema en el que se desarrolla su comunidad,  teniendo en cuenta las diferencias, fortalezas y anomalías que  permitirán  alcanzar su objetivo principal: el bien común.

Acerca de Alexandro Lyra

Licenciado en Ciencia de la Información y en Filología Hispánica

Comentarios

Un comentario en “Política y ética: ¿son compatibles?

  1. Para mi la política desde un punto de vista ético es una utopía. Evidentemente me permito soñar que algún político hay, o sobretodo comienza, por ética, por moral, por convicción. Pero amigo, cuando entran en la «rueda» se contaminan como las manzanas. Por lo tanto, para mi, como idea, si. Como realidad tangible, va a ser que no.

    Publicado por cristina | 22 diciembre, 2011, 19:43

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